No
comas ansias, reza un viejo dicho. Así me encontraba yo en el compás de espera
de este film que a través de sus trailers generó muchísima expectativa. Debo
confesar que los primeros 20 minutos del film me mostraron un itinerario muy
distinto a lo que me esperaba encontrar. Sin embargo soy afecto a seguir desenrendando
el ovillo de lana y ver a donde me conduce. Creo que una buena película depende
tanto de ese a donde vamos como del mientras tanto, o sea la narrativa del director y su uso de recursos para que el transito de la historia nos enganche.
Argumento:
La película gira entorno a Howard (Will Smith), un publicista que cae en
depresión tras la muerte de su hija de seis años. Este personaje se nos
presenta al inicio como el de un líder entusiasta y motivado— tiene su propia
agencia de publicidad junto a su mejor amigo, interpretado por Edward Norton—
pero esas características desaparecen con el deceso de la menor. Nos
encontramos entonces con lo que queda de él: un tipo triste y silencioso, que
se pasa horas armando torres con piezas de dominó (lo que sirve como una
metáfora dentro del relato), y que escribe sentidas cartas dirigidas al amor, a
la muerte y al tiempo.